Las especies que pueden pescarse deportivamente en la patagonia, son originarias del hemisferio norte pero han sido introducidas en este ecosistema hace casi un centenar de años.
Estos peces, al igual que los salmones, pertenecen a la familia de los salmónidos. Algunas de estas especies son:
Trucha Arco iris (oncorynchus mykiss), trucha de arroyo (salvelinus fontinalis) y salmón encerrado (salmo salar sebago), originarias de América del Norte; y la trucha marrrón, europea.
Fue el Perito Francisco P. Moreno quien sugirió la introducción de especies foráneas con valor deportivo. Luego de los estudios correspondientes del caso, se comenzó la importación de los primeros salmónidos desde los EEUU y Europa hacia 1904. Los peces se adaptaron rápidamente alcanzando incluso tamaños superiores a los de su hábitat originario. En este sentido, puede afirmarse que la especie ha pasado ya a ser parte del ecosistema patagónico en tanto muchas generaciones de peces han nacido en estado completamente salvaje y se reproducen sin intervención alguna del hombre.
Los salmónidos son peces migratorios. En efecto, recorren grandes distancias que en algunos casos pueden llegar a miles de kilómetros con el objeto de cumplir con su ciclo reproductivo. En su hábitat originario, los salmónidos nacen en agua dulce y viajan al mar para alimentarse y crecer (excepto el salmón encerrado), regresando luego a los ríos para desovar primero y morir después, tras agotarse sus reservas de energía. La mayoría de ellos, regresan a desovar exactamente al mismo lugar en donde nacieron, para ello, seguían por el olfato, capacidad que se denomina “imprinting”
En su adaptación al entorno patagónico, la nacer, éstos peces no migran al mar, pero sí a grandes lagos y ríos. El desove se produce, según la especie, entre los meses de junio y octubre, razón por la cual la pesca está prohibida durante ése período del año.
Otra particularidad de la adaptación los salmónidos al hábitat patagónico, es que no los peces no mueren después de desovar sino que regresan al lugar en donde crecieron y se alimentaron.
Las poblaciones salvajes de truchas han disminuido incluso en su ambientes originarios, como consecuencia de la sobrepesca y la contaminación, por lo cual, en muchos casos, se ha repoblado artificialmente. Pero las cualidades deportivas de una trucha de criadero son potencialmente menos atractivas que las de las salvajes. Y es sabido además que tamaño de los ejemplares que pueden pescarse en la patagonia, hacen de la zona un lugar de elevado interés para pescadores de todo el mundo.
La pesca deportiva es una práctica que a diferencia de la comercial, tiene por objeto la recreación mas no la búsqueda de un beneficio económico. Pero esta actividad no es posible sin la trucha, que por otra parte, es el pez más buscado por los pescadores deportivos de todo el mundo. En síntesis, estas especies son vitales para que la pesca deportiva no pierda su atractivo. En esta línea, las regulaciones se inspiran en la necesidad de evitar que el recurso desaparezca como consecuencia de la sobrepesca.
Para pescar en la patagonia es necesario contar un un permiso de pesca. Este permiso es válido para toda la temporada y puede adquirirse o bien en las delegaciones del guardafaunas o al comenzarla temporada (durante el mes de noviembre) en las casa de artículos para pesca. Junto con el permiso, se entrega un reglamento en donde se describe lo que está permitido y lo que no. El objeto de esta regulación es, desde ya, proteger el recurso. Cada año, éste reglamento de pesca se revisa en función de la situación en la que se encuentra la población local de peces.
El guardafaunas tiene la facultad de multar a los pescadores que estuvieran practicando la actividad sin el permiso correspondiente o violando el reglamento. Por ejemplo, hay lugares en donde esta permitido pescar pero no matar, práctica que se denomina “captura y liberación”.
La pesca, representa un atractivo en sí mismo, ésto es, una actividad recreativa. El pescador se encuentra con su instinto de cazador en contacto con la naturaleza. ¿Pero es posible satisfacer éste instinto sin matar? La “captura y suelta” es una de las mejores maneras de hacerlo, y la clave, además, para conservar el recurso de la pesca deportiva. Se trata de disfrutar la actividad sin lastimar al pez, devolviéndolo vivo al agua. Pescar sin matar supone un cambio de cultura para el pescador e implica respetar al pez por la posibilidad que le da de disfrutar de la actividad de la pesca.
Traer al pez lo más rápido posible: no agotar sus energías: evitar que quede panza arriba.
No tocar al pez (menos aún en las agallas) puesto que se desprende la mucosa protectora quedando expuesto a enfermedades de diversa índole.
Tomarlo suavemente por el vientre y no apretarlo.
Evitar sacar al pez del agua. El 30% de las truchas expuestas al aire mueren tras una lenta agonía.
Evitar que el pez se golpee entre piedras.
Usar siempre un sólo anzuelo simple y sacarle la rebaba. No usar triples.
En el caso en que cueste sacarle el anzuelo, cortar la tanza y dejar que lo lleve, de esta forma, tiene más posibilidades de sobrevivir.
Sostener la trucha por el vientre y la cola con ambas manos en contra de la corriente para que pueda respirar.
Esperar que el pez reaccione y busque irse: No soltarlo hasta que no trate de escapar.
Si no hay corriente, moverlo hacia atrás y adelante para que respire.