Buscando materias primas

La Patagonia, tierra carente de metales preciosos, estuvo al margen de los intereses colonizadores hispánicos. La población nativa, escasa en comparación con otras latitudes tampoco motivaba expediciones costosas para obtener mano de obra barata. En consecuencia, hasta el siglo XIX, la patagonia permaneció al margen de la economía mundial.

Pero la Revolución Industrial cambiaría el contexto. Inglaterra, lanzada a la producción textil, necesitará gran cantidad de materia prima, lanas que Europa no está en condiciones de producir.

El 1833, Inglaterra desembarca en las Islas Malvinas (Falkland Islands) buscando un puerto de apoyo en la ruta hacia el Pacífico, y paralelamente, descubrirían que aquellas tierras patagónicas eran optimas para la cría de ovinos y así llegarían, algunos años más tarde, las primeras explotaciones ganaderas patagónicas. Se comenzó en unas islas cercanas a Punta Arenas para resguardar a las ovejas de los tehuelches que las encontraban más tiernas y fáciles de cazar que los guanacos. Luego se fue extendiendo hacia la provincia de Santa Cruz.

Los Señores del oro blanco

El origen de los habitantes de la región fue diverso, ingleses, escoceses, alemanes, eslavos fueron transformando a Punta Arenas en el gran centro económico y poblacional de la región. Con las estancias llegan los alambrados, los galpones, las casas, las hileras de álamoso sauces y las ovejas, que se adaptan sin dificultad. Finalmente, cuando las compañías laneras fueron abandonando la región, éstas fueron quedando en mano de sus administradores.

Lo que sigue es historia conocida, en pocos años, unas pocas familias concentran casi toda la propiedad de las actuales provincias de Magallanes (Chile), Santa Cruz y Tierra del Fuego (Argentina). De eta forma, junto a algunas compañías financieras o de transporte marítico, los Braun, Menendez y Nogueria se transformaron en grandes terratenientes patagónicos.

Hasta los años de la primera guerra, los precios de la lana bien justificaban el apelativo de “oro blanco”. Junto al algodón y al lino, eran las únicas fibras textiles existentes.

La tecnología ganadera traída de Inglaterra y Esocia, cuyos administradores eran grandes conocedores del manejo de majadas.

Hacia 1920, todas las estancias de la zona se encuentran establecidas y las formas de producción se mantienen medianamente estables desde entonces sin ningún desarrollo adicional que le otorgue a la lana un valor agregado. Fue por entonces que comenzó a deteriorarse el precio internacional de la lana. Por otra parte, la apertura del canal de Panamá en 1917, fue crucial para que el valor estratégico patagónico decreciera.

Decadencia y desertificación

Durante la segunda guerra, los precios se recuperaron, pero la competencia de las fibras textiles artificiales, junto con la de las producciones lanares de otros mercados, obligaban a repartir cada vez más una demanda que no aumentaba. Las estancias patagónicas serían cada vez menos rentables.

La explotación ovina generó al cabo de los años un importante peligro de desertificación en toda la patagonia en general y en la provincia de Santa Cruz en particular. La sequedad de la zona, los fuertes vientos y la pobre calidad del suelo de la estepa erosionada por explotación ganadera lanar durante casi un siglo, dejan una escalofriante conclusión: se necesitaría algo así como medio milenio para recuperar 1 cm de espesor. Más de la mitad de la provincia está desertificada o en vias de ello, por ello, aproximadamente un 30% de los establecimientos fueron abandonados. En efecto, cada vez se requiere un superficie más alta por animal, con sus consecuentes costos, frente a un precio que baja, cada vez más.

Nuevos rumbos: estancias y turismo

Actualmente, muchas estancias fueron reformuladas como centros turísticos rurales, que cuentan con servicios de primer nivel y ofrecen variadas actividades para disfrutar de los ecos de una historia que busca nuevos rumbos.